domingo, 20 de abril de 2008

la crítica de Ramón

FÉLIX ALBO... historias de familia Así, por naturaleza, yo soy una persona confiada. Y cuando me hablan me lo creo casi todo. Esto es lo que me ocurrió ayer, con Félix Albo. Me creí que estuvo desterrado estudiando en Alcalá de Henares; me creí que era de Alicante; que tuvo por lo menos dos abuelos entre tanta familia extraña; que él era de integración que… llegué a pensar casi como en un acto de rebeldía que podía ser asturiano o mañico, por no mentar a los murcianos que tan bien imitó y describió. Arriesgándome en mis elucubraciones creo que es una persona muy letrada y preparada para la vida, aunque sea en medio de la serranía de Cuenca, o en la llanura manchega. Algo especial sí que es este Félix. Me ha sorprendido gratamente. Me ha llevado desde la risa más desternillante, con la gracia simplemente insinuada, la mayoría de las veces, hasta el momento sutil y delicado en que los ojos se humedecen y te sujetas las mejillas con las yemas de los dedos para evitar lo evidente. Me atrevería a decir que lo suyo es contar cuentos. No hay duda que me cautivaron esas historias de familia, esas YAYERÍAS, tan bien hiladas, entrelazadas con un principio y final tan claros que parecen la clásica historia con presentación nudo y desenlace, que tanto gustan a todos por su claridad. Mezcla política, costumbres, relaciones familiares, sexo, (en este caso sólo oral), mitos,… como si tal cosa. No sé si hay mejor manera de llegar a las personas con la palabra que con este modo de contar las cosas tan sencilla, clara y llanamente. Me gustó muchísimo.

2 comentarios:

Susamadrid dijo...

YO ESTUVE ALLÍ¡¡¡¡¡.Como todavía se clama en la Isla de Filae....y disfruté con sus relatos, divertidos, coloridos, que hacen reír y llorar, sorprendentes, cautivos, contemporáneos con ese perfil rural, y con ese humor enredado que sólo tienen las personas amables, inteligentes y sencillas.

Félix Albo dijo...

Y yo también y ahora me doy cuenta de que nunca agradecí esta crírica así que gracias a usted, D. Ramón, y a ri, Susana, y, cómo no, a vosotros, Légolas